Redes sociales...una explicación sencilla y clara.
6/11/08
4/11/08
DIPLOMATURA: MODULO 4
REFLEXIÓN DEL MÓDULO

TTC - Tecnologías para el trabajo colaborativo
COMO UNA ENREDADERA Y NO COMO UN ARBOL…
No existe una mejor prueba del progreso
de una civilización que la del progreso de la cooperación.
John Stuart Mill
Antes de analizar el eje temático que nos convoca en este módulo, el de las redes sociales en internet, me viene a la memoria mi vieja agenda, en la que anotaba los teléfonos, direcciones y cumpleaños de los familiares, amigos y conocidos. Antes de la explosión de la telefonía móvil, que unió el teléfono con la agenda (y posteriormente con la cámara de fotos, con el reproductor de música, el ordenador), esa agenda era la representación de mi red social: una lista provisoria, llena de retoques y tachones, que ayudaba a mi frágil memoria en una época en la que todavía memorizábamos números de teléfono y fechas de cumpleaños.
Hoy los móviles y la red han dejado obsoletas esas agendas. Nuestras redes sociales han dejado de estar representadas por esos objetos físicos y son redes sociales en línea. Nuestros contactos pueden actualizar directamente nuevos datos, y cualquier aplicación informática que elijamos para gestionar nuestra red social, se ocupa de recordarnos los cumpleaños, una reunión o cualquier otro evento. Esa red social emerge como un espacio virtual en el que los participantes pueden compartir información, fotos, vídeos, enlaces de interés, pero también comunicarse, chatear, contar qué están haciendo en ese momento, e incluso cuál es el estado de ánimo. Internet facilita aplicaciones diversas como nuevas formas de representar nuestras redes sociales, pero también como nuevos modos de construir nuestra identidad.
Ugarte plantea con mucho acierto la metáfora de la “enredadera” para comprender estas redes en su conjunto: una enredadera crece, no ensanchando el tronco sino sumando brotes y multiplicando enlaces.
De un modo similar, Howard Rheingold (2004), cuando habla de multitudes inteligentes, hace referencia a un núcleo de personas conectadas entre sí, que utilizan Internet y dispositivos móviles con un objetivo determinado. Son multitudes autoorganizadas que generan una inteligencia emergente y colectiva. La red se ha convertido en ese tercer lugar entre el mundo privado y el mundo público.
Estos conceptos nos permiten pensar en Internet como algo que supera la postura reduccionista que la plantea como una fuente inagotable de información, enfoque que no tiene en cuenta las propiedades sociales emergentes de este nuevo espacio.
Se trata entonces de pensarlo como una red como bien común, de la cual obtenemos capital de red social, capital de conocimiento y conformación de comunidades. Esto significa que pasamos del escritorio al satélite (Lash, 2005), de la lógica de “acceder para acumular”, a la del “encuentro con otros”: tecnologías, producciones, compañeros, etc. El “yo pienso” se revierte en un “nosotros pensamos y hacemos” como espacio social común donde se propicia el intercambio de experiencias y la construcción compartida de conocimientos. Es la base para la creación de las comunidades virtuales, esto es, un lugar electrónico donde las personas se reúnen para compartir experiencias e intercambiar información.
Pero es importante comprender que este espacio no es sólo un entramado de tecnologías, sino fundamentalmente de personas: nos prolongamos a través de las redes; somos seres conectados, somos en y con los otros, y a través de los otros seguimos fluyendo por las redes generando compromisos, relaciones, etc. Esto no se trata solamente de nuevas herramientas virtuales o tecnológicas. Se trata de una nueva cultura, de nuevos paradigmas, y especialmente del uso y manejo de nuevas herramientas mentales. Pensar digitalmente brinda la oportunidad de combinar el talento, el conocimiento y la experiencia de muchas personas en la construcción de redes y de sentidos más allá de nosotros mismos, a través de la cooperación y del intercambio.
Un buen ejemplo de estas nuevas oportunidades son los fenómenos blog y wiki que posibilitan entornos digitales de carácter global en los que no existen barreras culturales ni lingüísticas, al tiempo que permiten la instantaneidad, la interactividad, la ubicuidad y el sincronismo, lo que facilita el trabajo colaborativo.
Esto genera posibilidades educativas antes impensadas: existen redes sociales que conforman hoy verdaderas comunidades para la producción de conocimientos; son redes sociales de colaboración, que fomentan la generación de saberes a través de la participación colectiva de sus usuarios.
La participación en este tipo permite poner en juego una serie de competencias y habilidades, como la capacidad de resolución de problemas, la comunicación, la colaboración, la investigación, la expresión creativa.
Y esto: ¿para qué nos sirve en educación?
Si bien el trabajo en grupo no es una novedad como práctica educativa facilitadora del aprendizaje significativo, la colaboración se reducía (aún hoy!) a situaciones presenciales. Con la explosión de Internet las comunidades de aprendizaje pueden constituirse más allá del tiempo y del espacio. Las nuevas formas de comunicación y de colaboración son ya un hecho de las que el mundo de la educación no puede mantenerse al margen. Su potencial permite interactuar y colaborar con los estudiantes; compartir ideas o proponer definiciones y líneas de trabajo; generar estructuras de conocimiento compartido y una interdependencia positiva donde cada miembro es responsable por el trabajo grupal; promover habilidades de colaboración desarrollando aprendizajes más ricos y de evaluación formativa; potenciar la reflexión metacognitiva. Así se facilita el desarrollo de aquellos procesos cognitivos en lo que la interacción enriquece los resultados y estimula la creatividad.
Pero para trabajar dentro de estos entornos no basta con querer hacerlo; también es necesario disponer de aptitudes y de la necesaria apertura que hagan posible ese deseo, para poder reconocer, valorar e interpretar sistemas diferentes de organización social, y con ellos, de comunicación y de producción de conocimientos.
Frente a este enorme potencial que nos dan las tecnologías, ningún docente dudaría de la apropiación de estos nuevos recursos si se ponen al servicio de quien aprende, no para hacer meros consumidores de nuevos recursos, sino para transformar los mismos en herramientas de formación. El aprendizaje colaborativo, en tanto práctica comunicacional de encuentro para la producción y circulación de conocimiento, confrontación e inclusive acuerdos de sentido, pone en el centro de la vinculación al que aprende como dador de sentido.
Sin embargo, estos procesos nuevos de producción de conocimiento en redes, aún provoca desorientación y descreimiento en los docentes. Al centrarse en conceptos meramente tecnológicos, pone a muchos de ellos en una situación de inferioridad en la habilidad instrumental con los alumnos, sin poder apreciar que el problema radica en el no aprovechamiento de esa masa crítica de saberes instrumentales y darle una dirección hacia lo conceptual. Hay profesores que tienen habilidad en lo instrumental y usan la tecnología en su vida privada, pero no pueden aún integrarla a las prácticas escolares.
En este sentido es necesario comprender que el que aprende – el alumno - es, con su necesidad de aprender para intervenir y transformar la realidad, quien moviliza el proceso educativo. El docente acompaña, sostiene, colabora, media. Mediar pedagógicamente implica dejar pasar el mundo cognoscible. Con la potencialidad de las TIC, ese mundo cognoscible se hace presente. Su uso no se agota en su sentido pedagógico como herramienta didáctica, como pudimos estudiar y reflexionar en los módulos previos de la diplomatura. Ahora sumamos el sentido que le dan las redes: circulación, gestión, producción colaborativa. Son las que hacen posible que permanezcamos siendo alguien para los otros, generando sentidos compartidos. Asumir y vivir conciente y responsablemente la realidad relacional, abre puertas hacia el crecimiento personal y social, desde el compromiso y la libertad que nos da la misión que nos convoca: la educación.
BIBLIOGRAFÍA
Watzlawick, Paul. El sinsentido del sentido. Barcelona, Herder, 1995.
Lash, Scott. Crítica de la información. Buenos Aires, Amorrortu, 2005. Caps. 2 y 14
Watts, Duncan; Seis grados de separación. La ciencia de las redes en la era del acceso. Barcelona, Paidós, 2006.
David Ugarte. El Poder de las redes.
Rheingold, Howard. Multitudes inteligentes. La próxima revolución social. Barcelona, Gedisa, 2004. Caps. 2 y 7.
COMO UNA ENREDADERA Y NO COMO UN ARBOL…
No existe una mejor prueba del progreso
de una civilización que la del progreso de la cooperación.
John Stuart Mill
Antes de analizar el eje temático que nos convoca en este módulo, el de las redes sociales en internet, me viene a la memoria mi vieja agenda, en la que anotaba los teléfonos, direcciones y cumpleaños de los familiares, amigos y conocidos. Antes de la explosión de la telefonía móvil, que unió el teléfono con la agenda (y posteriormente con la cámara de fotos, con el reproductor de música, el ordenador), esa agenda era la representación de mi red social: una lista provisoria, llena de retoques y tachones, que ayudaba a mi frágil memoria en una época en la que todavía memorizábamos números de teléfono y fechas de cumpleaños.
Hoy los móviles y la red han dejado obsoletas esas agendas. Nuestras redes sociales han dejado de estar representadas por esos objetos físicos y son redes sociales en línea. Nuestros contactos pueden actualizar directamente nuevos datos, y cualquier aplicación informática que elijamos para gestionar nuestra red social, se ocupa de recordarnos los cumpleaños, una reunión o cualquier otro evento. Esa red social emerge como un espacio virtual en el que los participantes pueden compartir información, fotos, vídeos, enlaces de interés, pero también comunicarse, chatear, contar qué están haciendo en ese momento, e incluso cuál es el estado de ánimo. Internet facilita aplicaciones diversas como nuevas formas de representar nuestras redes sociales, pero también como nuevos modos de construir nuestra identidad.
Ugarte plantea con mucho acierto la metáfora de la “enredadera” para comprender estas redes en su conjunto: una enredadera crece, no ensanchando el tronco sino sumando brotes y multiplicando enlaces.
De un modo similar, Howard Rheingold (2004), cuando habla de multitudes inteligentes, hace referencia a un núcleo de personas conectadas entre sí, que utilizan Internet y dispositivos móviles con un objetivo determinado. Son multitudes autoorganizadas que generan una inteligencia emergente y colectiva. La red se ha convertido en ese tercer lugar entre el mundo privado y el mundo público.
Estos conceptos nos permiten pensar en Internet como algo que supera la postura reduccionista que la plantea como una fuente inagotable de información, enfoque que no tiene en cuenta las propiedades sociales emergentes de este nuevo espacio.
Se trata entonces de pensarlo como una red como bien común, de la cual obtenemos capital de red social, capital de conocimiento y conformación de comunidades. Esto significa que pasamos del escritorio al satélite (Lash, 2005), de la lógica de “acceder para acumular”, a la del “encuentro con otros”: tecnologías, producciones, compañeros, etc. El “yo pienso” se revierte en un “nosotros pensamos y hacemos” como espacio social común donde se propicia el intercambio de experiencias y la construcción compartida de conocimientos. Es la base para la creación de las comunidades virtuales, esto es, un lugar electrónico donde las personas se reúnen para compartir experiencias e intercambiar información.
Pero es importante comprender que este espacio no es sólo un entramado de tecnologías, sino fundamentalmente de personas: nos prolongamos a través de las redes; somos seres conectados, somos en y con los otros, y a través de los otros seguimos fluyendo por las redes generando compromisos, relaciones, etc. Esto no se trata solamente de nuevas herramientas virtuales o tecnológicas. Se trata de una nueva cultura, de nuevos paradigmas, y especialmente del uso y manejo de nuevas herramientas mentales. Pensar digitalmente brinda la oportunidad de combinar el talento, el conocimiento y la experiencia de muchas personas en la construcción de redes y de sentidos más allá de nosotros mismos, a través de la cooperación y del intercambio.
Un buen ejemplo de estas nuevas oportunidades son los fenómenos blog y wiki que posibilitan entornos digitales de carácter global en los que no existen barreras culturales ni lingüísticas, al tiempo que permiten la instantaneidad, la interactividad, la ubicuidad y el sincronismo, lo que facilita el trabajo colaborativo.
Esto genera posibilidades educativas antes impensadas: existen redes sociales que conforman hoy verdaderas comunidades para la producción de conocimientos; son redes sociales de colaboración, que fomentan la generación de saberes a través de la participación colectiva de sus usuarios.
La participación en este tipo permite poner en juego una serie de competencias y habilidades, como la capacidad de resolución de problemas, la comunicación, la colaboración, la investigación, la expresión creativa.
Y esto: ¿para qué nos sirve en educación?
Si bien el trabajo en grupo no es una novedad como práctica educativa facilitadora del aprendizaje significativo, la colaboración se reducía (aún hoy!) a situaciones presenciales. Con la explosión de Internet las comunidades de aprendizaje pueden constituirse más allá del tiempo y del espacio. Las nuevas formas de comunicación y de colaboración son ya un hecho de las que el mundo de la educación no puede mantenerse al margen. Su potencial permite interactuar y colaborar con los estudiantes; compartir ideas o proponer definiciones y líneas de trabajo; generar estructuras de conocimiento compartido y una interdependencia positiva donde cada miembro es responsable por el trabajo grupal; promover habilidades de colaboración desarrollando aprendizajes más ricos y de evaluación formativa; potenciar la reflexión metacognitiva. Así se facilita el desarrollo de aquellos procesos cognitivos en lo que la interacción enriquece los resultados y estimula la creatividad.
Pero para trabajar dentro de estos entornos no basta con querer hacerlo; también es necesario disponer de aptitudes y de la necesaria apertura que hagan posible ese deseo, para poder reconocer, valorar e interpretar sistemas diferentes de organización social, y con ellos, de comunicación y de producción de conocimientos.
Frente a este enorme potencial que nos dan las tecnologías, ningún docente dudaría de la apropiación de estos nuevos recursos si se ponen al servicio de quien aprende, no para hacer meros consumidores de nuevos recursos, sino para transformar los mismos en herramientas de formación. El aprendizaje colaborativo, en tanto práctica comunicacional de encuentro para la producción y circulación de conocimiento, confrontación e inclusive acuerdos de sentido, pone en el centro de la vinculación al que aprende como dador de sentido.
Sin embargo, estos procesos nuevos de producción de conocimiento en redes, aún provoca desorientación y descreimiento en los docentes. Al centrarse en conceptos meramente tecnológicos, pone a muchos de ellos en una situación de inferioridad en la habilidad instrumental con los alumnos, sin poder apreciar que el problema radica en el no aprovechamiento de esa masa crítica de saberes instrumentales y darle una dirección hacia lo conceptual. Hay profesores que tienen habilidad en lo instrumental y usan la tecnología en su vida privada, pero no pueden aún integrarla a las prácticas escolares.
En este sentido es necesario comprender que el que aprende – el alumno - es, con su necesidad de aprender para intervenir y transformar la realidad, quien moviliza el proceso educativo. El docente acompaña, sostiene, colabora, media. Mediar pedagógicamente implica dejar pasar el mundo cognoscible. Con la potencialidad de las TIC, ese mundo cognoscible se hace presente. Su uso no se agota en su sentido pedagógico como herramienta didáctica, como pudimos estudiar y reflexionar en los módulos previos de la diplomatura. Ahora sumamos el sentido que le dan las redes: circulación, gestión, producción colaborativa. Son las que hacen posible que permanezcamos siendo alguien para los otros, generando sentidos compartidos. Asumir y vivir conciente y responsablemente la realidad relacional, abre puertas hacia el crecimiento personal y social, desde el compromiso y la libertad que nos da la misión que nos convoca: la educación.
BIBLIOGRAFÍA
Watzlawick, Paul. El sinsentido del sentido. Barcelona, Herder, 1995.
Lash, Scott. Crítica de la información. Buenos Aires, Amorrortu, 2005. Caps. 2 y 14
Watts, Duncan; Seis grados de separación. La ciencia de las redes en la era del acceso. Barcelona, Paidós, 2006.
David Ugarte. El Poder de las redes.
Rheingold, Howard. Multitudes inteligentes. La próxima revolución social. Barcelona, Gedisa, 2004. Caps. 2 y 7.
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